jueves, 24 de diciembre de 2009

Las manos de mi madre


Manos las de mi madre, tan acariciadoras, tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras. ¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman, las que todo prodigan y nada me reclaman! ¡Las que por aliviarme de dudas y querellas me sacan las espinas y se las clavan ellas. Para el ardor ingrato de recónditas penas, no hay como la frescura de esas dos azucenas. ¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias son dos milagros blancos apaciguando angustias! Cuando del destino me acosan las maldades, son dos alas de paz sobre mis tempestades. ¡Ellas son las celeste; las milagrosas, ellas, porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas! Para el dolor, caricias: para el pesar, unción: ¡son las únicas manos que tienen corazón! (Rosal de rosas blancas de tersuras eternas: aprended de blancuras en las manos maternas). Yo que llevo en el alma las dudas escondidas, cuando tengo las alas de la ilusión caídas, ¡las manos maternales aquí en mi pecho son como dos alas quietas sobre mi corazón! ¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas! ¡Las manos de mi madre perfuman con ternezas!

1 comentario:

  1. Te amo tanto, tanto y tanto Ana Narváez, aunque la mayoria de las veces solo discutamos y digamos cosas feas, sé que no se siente en el corazón, solo es un impulso por la rabia. Eres una gran mujer y te agradezco por haber hecho lo que soy en estos momentos, eres genil, te amo mami♥

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